VENEZUELA DESCHAVETADA 01 /Febrero/ 2010 Algo sucede en Venezuela: el Presidente que parecía invencible, que apenas hace once meses ganó cómodamente un referéndum que le permitiría extender una vez más su mandato, el que tenía en la palma de la mano a cada vez más aliados dentro y sobre todo fuera de su país, se encuentra súbitamente en problemas. Los políticos que “súbitamente” se meten en líos en realidad ya lo estaban desde antes, y ese es el caso de Hugo Chávez, aspirante a presidente vitalicio de Venezuela y generador de polémicas y conflictos nacionales e internacionales. El mandatario caribeño enfrenta hoy las consecuencias de sus acciones pasadas y de su falta de previsión en el manejo político, económico y social de una nación que sigue dependiendo excesivamente de un solo producto -el petróleo- y de un solo hombre, el propio Chávez. Venezuela cuenta con una de esas fortunas que con frecuencia se tornan maldiciones: recursos naturales abundantes que generan economías de monocultivo, empresas estatales ineficientes, corrupción y una inestabilidad que está ahí, latente, esperando solo el momento más propicio para caer sobre la cabeza de quienes se sienten con el futuro asegurado. Es eso lo que hoy le sucede a Hugo Chávez. El precio de una materia prima no puede ni debe ser el factor determinante del rumbo ni de las inclinaciones o vocaciones de un gobierno. No es la primera vez que Venezuela se casa con el precio del petróleo creyendo que sus lazos serán indisolubles. Ya en los años setenta supieron de la bonanza y más tarde de la desgracia: la pujante clase media venezolana que se vio impulsada en esos tiempos de vacas gordas tuvo que pagar el precio del regreso a sus orígenes más humildes. Hugo Chávez ha dominado la escena venezolana desde antes de ser presidente. Su fallido intento de golpe de estado contra el entonces presidente Carlos Andrés Perez en 1992 puso en evidencia la crisis institucional por la que atravesaba entonces Venezuela, cuyo sistema bipartidista resultaba ya inoperante no solo por las pocas diferencias sustanciales entre los partidos que alternaban en el ejercicio del poder, sino también por la corrupción e ineficiencia endémicas que agobiaban al país. Tal vez el grado de descomposición quedó plenamente ilustrado con el encarcelamiento del propio Carlos Andrés Perez, acusado de corrupción y malversación de fondos. Desde su llegada al poder el golpista ha mostrado una y otra vez su desprecio, su desapego por las instituciones formales e informales de Venezuela. La Constitución y el Poder Judicial le han merecido el mismo respeto que los partidos de oposición o los medios de comunicación independientes. La retorica a veces incendiaria y siempre prolongada del mandatario se ha visto seguida una y otra vez por acciones de gobierno radicales y divisorias. Desde la nacionalización de importantes sectores de la economía hasta el bozal impuesto a muchos medios, Hugo Chávez ha logrado ahondar las divisiones que ya existían en Venezuela hasta volverlas insostenibles sin que en el camino se aprecie una mejoría sustancial de las condiciones de vida de sus compatriotas. Tras la baja de los precios del petróleo, Venezuela se enfrenta a las consecuencias del gasto público excesivo, la mala administración y el énfasis en el asistencialismo que no ha logrado sacar de la pobreza a importantes segmentos de la población y sí en cambio ha provocado un alza significativa de la inflación, escasez de productos, devaluación de la moneda y ahora el racionamiento de la energía eléctrica, cosa difícil de explicar en un país petrolero. Hoy Venezuela se encuentra en medio de una tormenta de la que no hay salida fácil, más que la institucional. Las próximas elecciones parlamentarias podrían servir para que la oposición demuestre de verdad de lo que está hecha, haga a un lado sus diferencias y aclare de una vez por todas que solo usará la vía legal para hacerse del poder. Un buen comienzo sería levantar las numerosas causas legales contra medios de comunicación independientes o críticos Me temo que esos son solo sueños guajiros, pues tanto el presidente Hugo Chávez como la nación que encabeza se encuentran, literalmente, deschavetados.
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