UN PAPA AMERICANO
18 /Marzo/ 2013
El nuevo Papa, Francisco, no es solamente el primero del hemisferio occidental, es también latinoamericano, proveniente de un país que ha conocido el duro transito de la prosperidad prometida a la triste realidad de recesiones, depresiones, pobreza, desigualdad y marginación crecientes. El nuevo Papa es no solo un hombre de su tiempo, lo es asimismo de su circunstancia y la del continente que la ha provocado.
Jorge Mario Bergoglio era probablemente uno de los candidatos que menos expectativas generaban en esta la más reciente sucesión papal. Si bien fue un fuerte contendiente en buena lid cuando Joseph Ratzinger obtuvo la mayoría necesaria para sentarse donde San Pedro, él mismo parecía aliviado de no haber resultado electo. Según las versiones de ese momento, que se han revivido y refriteado ahora, lo que más le desagradaba de la posibilidad de ser Papa era el tener que lidiar con la burocracia vaticana, la Curia que tanto asemeja un Comite Central, por el que todo pasa y del que bien poco sale adelante.
La elección de Bergoglio sorprendió a propios y extraños, por varias razones. En primer lugar, se suponía que la opinión mayoritaria era que hacía falta un Papa de mano dura, buen administrador y mejor operador político. No un Wojtyla popular y populista, no un Ratzinger teólogo y doctrinario, sino alguién capaz de navegar por los obscuros pasillos de la politiquería y las intrigas de la Curia. No son menores los obstaculos que cualquier burocracia le opone a quien busca cambiarla, y se dice mucho que una de las razones que tuvo Benedicto XVI para renunciar fue precisamente su frustración al ver que el "establishment" finalmente se le había impuesto. Un Papa que se topa con esa pared difícilmente puede seguir en el cargo con la conciencia tranquila.
Así es que una de las apuestas era por un Papa capáz de ser más habil que la Curia. Pero si no era esa la vía, entonces -decían los que saben de esas cosas- un reformista dispuesto a entrarle de lleno a los grandes retos que en materia de dogma y de fe enfrenta la Iglesia Católica. Desde el ya añejo tema del rechazo al uso de los anticonceptivos hasta los relativamente más recientes que tienen que ver con el papel de las mujeres en la Iglesia, el rechazo a los homosexuales, y los desafíos crecientes que presentan las muchas y algunas novedosas alternativas religiosas en el mundo en desarrollo, y el numero decreciente de fieles en el mundo desarrollado.
Aquí, en la geografía de la religión, es donde encaja probablemente la selección de Bergoglio: América Latina es una de las tres grandes reservas de futuros creyentes para la Iglesia Católica, junto con África y China, y pareciera haber una relación inversamente proporcional entre la prosperidad y comodidad relativa de Europa o EEUU y su potencial de crecimiento. Dicho de otra manera, si quiere seguir multiplicando a sus fieles, el catolicismo institucional, es decir el Vaticano, debe tomar algo de distancia del Viejo Mundo en el sentido más amplio de la expresión, y enfocarse no solo en los países en desarrollo, sino sobre todo en un regreso a los orígenes: una Iglesia de los pobres y para los pobres.
El arranque del papado de Francisco empata perfectamente con esa visión, y debo decir que me parece harto prometedor. Un Papa menos solemne, mucho más cercano a la gente, con sentido del humor y buen manejo de la ironía, es ciertamente una bocanada de oxigeno puro para la anquilosada estructura vaticana. Si bien su edad y su salud no permiten vaticinar una gestión muy prolongada, su personalidad y su trayectoria, sumada a la orden jesuita de la que proviene, si dan para augurar nuevos tiempos y nuevos estilos para la Iglesia Católica.
Yo, como no creyente, me siento incluido y tomado en cuenta por un líder religioso que abiertamente se refiere, con gran respeto, a quienes no comparten su fe. El mundo moderno no sabe, no entiende de exclusiones y cerrazón. Ante los múltiples desafíos, solo la apertura permitirá a la Iglesia Católica progresar y crecer. Tocará al Papa Francisco demostrar si el cambio es solo de forma o si lo será de fondo.
Mil doscientos millones de creyentes, y un mundo convulso, piden de eso su limosna.