OPORTUNIDAD EN VENEZUELA

14 /Enero/ 2013

El surrealista drama que se desarrolla mitad en Venezuela y mitad en Cuba, hasta donde acuden tirios y troyanos para enterarse directamente del estado salud del presidente Hugo Chávez, o para dialogar, negociar y/o recibir instrucciones, no parece tener aun desenlace.

El ocultamiento y la manipulación mediáticas del gobierno venezolano a lo largo de la ya larga enfermedad de Chávez alcanza ya proporciones de escándalo. No hay manera de saber a ciencia cierta cuales son el diagnóstico ni el pronóstico, y las declaraciones de los allegados al todavía presidente de Venezuela son confusas y vagas.

Sabemos que Hugo Chávez enfrenta complicaciones tras una cirugía para tratar un nuevo episodio del cáncer que lo aqueja, aparentemente más agresivo que nunca. Sabemos que está incapacitado para comunicarse directamente con sus gobernados, y que no ha emitido una sola declaración de voz propia, ni ha recurrido a su antes tan prolífica cuenta de Twitter, ni ha sido capaz, siquiera, de firmar de propia mano una comunicación al Congreso avisando que no se presentaría en la fecha prevista a su toma de posesión.

Es evidente que la situación médica de Chávez es grave. Que seguramente lo tiene inmóvil, sin poder hablar ni transmitir mensaje alguno, directa ni indirectamente. No queda claro si esta consciente ni tampoco si recibe informes de lo que sucede en su país o en su entorno inmediato. Ninguno de sus visitantes se ha aventurado a transmitir siquiera un recado del presidente, quien sin embargo sí tomó la precaución antes de su operación de designar a un sucesor, el vicepresidente Nicolás Maduro, quien según esto debería contender en nuevas elecciones por la presidencia en caso de falta absoluta o incapacidad declarada del presidente.

La oposición venezolana y muchos analistas y observadores externos opinan que, de acuerdo a lo que marca la Constitución, al no haberse presentado en tiempo y forma a su nueva toma de protesta Hugo Chávez debería ceder el poder al presidente del Congreso, Diosdado Cabello, quien a su vez debería convocar a elecciones. Tanto Maduro como Cabello como la Corte Suprema rechazan esa apreciación, y afirman que la toma de protesta puede darse posteriormente, ya que como es un presidente en funciones que ha sido reelecto no es necesaria la formalidad del acto.

La letra de la Constitución se presta a interpretaciones equívocas, no así la opinión del Tribunal Supremo, que no acostumbra fallar en contra del gobierno, repleto como está de incondicionales de Chávez. Así pues, ante una redacción confusa y un Congreso y una Corte sumisos, se impone la línea oficialista de que ahí no pasa nada, y que quien argumente lo contrario busca dar un golpe de estado técnico. Curiosamente, es lo mismo que asegura la oposición, para la cual el golpe de los chavistas ya está en marcha.

Lo único que parece claro es que la ausencia de Chávez ha desatado tres movilizaciones simultaneas: la de sus partidarios y miembros de su equipo cercano, que seguramente están buscando la manera de negociar la repartición del poder presente y futuro antes de convocar a nuevas elecciones. La de la oposición, que busca presionar para que los comicios se den pronto y aprovechar la desorganización y confusión de los chavistas, pero también el buen desempeño que tuvo en las últimas elecciones su candidato, Henrique Capriles. Y, finalmente, la de los gobiernos amigos o aliados de la región, en primerísimo lugar el de Cuba, que se han alineado ya por simpatía, empatía, afinidad o interés al liderazgo regional que de manera consistente pero errática ha mantenido Chávez, gracias a los ingresos extraordinarios que los altos precios del petróleo le han dado en bandeja de plata.

La movilización pendiente es la que deberá hacer la diplomacia mexicana, a la que se le presentan el reto y la oportunidad de recuperar muchos de los espacios perdidos en América Latina en los últimos lustros. No puede ni debe México competir con la generosidad o el despilfarro venezolanos, por supuesto, pero sí es un buen momento para no solamente analizar que fue lo que hicimos mal o dejamos de hacer, sino para llenar los vacíos y asumir el papel que histórica y políticamente le corresponden en su zona natural de influencia.

Hablamos siempre de la necesidad de diversificar nuestra política exterior. Hoy se nos presenta una coyuntura inmejorable. Ojalá la sepamos aprovechar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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