LA COSA SE PONE SERIA

6 /MAYO/ 2013

En Siria, lo que comenzó como una revuelta inspirada por la “primavera árabe” se ha convertido en una guerra civil de la que nadie puede salir vencedor. Conforme pasa el tiempo las fuerzas leales al régimen del presidente Bashar Al Assad consolidan sus posiciones y retoman la iniciativa en algunos puntos estratégicos, mientras que los rebeldes continúan con sus ataques, combinando tácticas guerrilleras y terroristas, para mantener al gobierno a la defensiva. Los perdedores son los civiles que no tienen mayor vela en lo que se está rápidamente convirtiendo en el entierro del que fue uno de los países más estables de la región.

La Siria gobernada por la dinastía Al Assad transitó en las últimas décadas de ser uno de los más fieros e impredecibles enemigos de Israel a ofrecerle, sin mediar un acuerdo de paz ni nada por el estilo, su frontera más segura. Lejos los tiempos en que los tanques sirios escalaron las alturas del Golán en un ataque sorpresa en la Guerra del Yom Kippur en 1973, tanto el padre Hafez como el hijo Bashar reconocieron que sus verdaderos intereses y su área real de influencia estaba al oeste, en Líbano, y no en un vecino tan bien armado como Israel. Fue así que Siria consolidó su presencia e injerencia en los asuntos internos del fracturado Líbano, participando activamente en las guerras intestinas que lo han sacudido y financiando abiertamente a una de las facciones palestinas más poderosas y mortíferas, la de Hezbollah.

La mesura siria, sumada al absoluto control que mantuvo el régimen sobre cualquier tipo de disenso interno y su relativa tolerancia y apertura religiosa hicieron de ese país una isla de tranquilidad y estabilidad durante las tormentas que han asediado al mundo árabe en particular y al musulmán en general desde que los atentados de Osama bin Laden en 2001 desencadenaron la “guerra contra el terror” de George W. Bush. Destaca el ángulo religioso pues provenientes de una secta minoritaria, la alauita, los Assad hicieron de Siria una excepción a la norma: el sectarismo religioso era cosa desusada bajo el régimen del partido Baath, y si bien las fuerzas de elite encargadas de la seguridad del liderazgo tendían a ser alauitas, ni los sunitas, ni los chiitas ni los kurdos ni los cristianos eran perseguidos o discriminados como en otros países de la zona. No quiero decir que imperara la armonía absoluta, pero el baathismo prohibía y castigaba severamente toda muestra de sectarismo étnico o religioso.

Hoy todo eso, la tolerancia religiosa, la ausencia de liderazgos fanáticos y extremistas, la estabilidad interna y geopolítica, se han ido al cesto de la basura, por la suma de un levantamiento totalmente atípico, una respuesta torpe del gobierno ante las primeras muestras de disidencia, y a la infiltración de radicales musulmanes de otros países que no tienen asunto en Siria, pero que se quedaron armados y con ganas de guerrear después de los múltiples conflictos armados en los que han participado. Toda la gama de fanáticos, jihadistas y terroristas musulmanes se han dado cita en Siria para sumarse, voluntariamente a la de a fuerzas, como dicen los clásicos, a una insurgencia que tenía originalmente otras motivaciones e intereses, mucho más pulcros y presentables que los que representan estos grupos e individuos que quisieran hacer de Siria el próximo Afganistán.

Las cosas se complican aun más ahora, con la decisión del gobierno israelí -no anunciada ni mucho menos reconocida- de intervenir militarmente en el conflicto sirio. Existen registros de dos incursiones aéreas (léase bombardeos) en la última semana, y de una más a finales de enero, aparentemente dirigidas contra a) convoyes militares transportando armamentos hacia Líbano o b) instalaciones de investigación científica-militar. Sea cual fuere el caso o la razón, el involucramiento israelí añade un elemento de complejidad y de riesgo a una situación ya de sí impredecible y volátil.

Indefendible el régimen sirio por los abusos en que ha incurrido durante la guerra, son aun peores los grupos terroristas que se escudan detrás de una oposición que busca o buscaba más libertades y democracia. No hay a quien irle en este conflicto en términos del bienestar de los sirios, pero no me cabe duda que para la paz y la estabilidad regional el triunfo de los rebeldes sería una verdadera catástrofe.

Por lo visto en Jerusalén no lo entienden así…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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